Comienza la segunda semana del mes de Septiembre con un mercado semiparalizado por los allanamientos y clausuras de fines de Agosto. Sin embargo, en el microcentro porteño comienzan a aparecer nuevamente los arbolitos, señal de que tanto dolares como los reales se siguen vendiendo.
En este contexto, llevan las de ganar las cuevas más alejadas de los centros financieros, ya que el control del Gobierno no llega a ellas. Asi, pocos cambios se ven en las cotizaciones en las últimas semanas, aunque hay que reconocer cierta tendencia a la baja de las divisas del mercado paralelo.
Así, el precio del real blue cotiza entre 3,80 y 4,10 pesos por unidad, dependiendo del lugar de venta, mientras que el precio del real oficial se encuentra en 2,26 para la compra y 2,50 para la venta.
El real y sus proyecciones
En Brasil, a la creciente presión inflacionaria y al deterioro de las cuentas corrientes, en los últimos meses se agregó una preocupación adicional que traspasa las fronteras y tiene alcance regional: la abrupta depreciación del real.
En agosto la moneda brasileña traspasó el umbral de los 2,40 reales por dólar, y acumula en lo que va del año una depreciación del 19% que lo llevó a niveles similares a los de la crisis financiera internacional, allá por fines de 2008.
Según leemos en cronista.com, para apaciguar a los inversores, el Banco Central de Brasil debió intervenir con fuerza en el mercado de divisas y frenar la caída. La semana pasada anunció un ambicioso programa de intervención diaria hasta fin de año para moderar la volatilidad cambiaria. El inédito plan, que asciende a 60.000 millones de dólares, ya surtió efecto: la moneda brasileña se recuperó de su piso más bajo en cuatro años hace dos semanas (2,45 reales) a los 2,32 que registró el cierre de ayer.
El derrumbe de la moneda brasileña, sostienen los expertos consultados, obedece tanto a factores internos como externos. «Por un lado, por lo que ocurre en el mundo en general, el dólar se aprecia y los países emergentes ven reflejado eso en depreciaciones», señala Elizondo. «Pero por otro lado, en Brasil la inflación y el crecimiento desacelerado actúan como desincentivo para las inversiones extranjeras».